domingo, 20 de noviembre de 2011

Comentario Critico

Adolf  Loos “Ornamento y delito” y Robert Venturi “El tinglado decorado”


Robert Venturi y Adolf Loos son arquitectos del siglo XX que tienen una visión de la arquitectura muy diferente pero a pesar de ello, ambos conformaron el movimiento moderno.
Venturi entendía la arquitectura como una caja funcional en la que se yuxtaponía una fachada que comunicaba mediante el lenguaje de símbolos. Concebía necesaria la decoración, es decir, mostrar una apariencia que sugiriera aquello que él pretendía.  
Por otro lado, Adolf Loos rechazaba todo tipo de ornamentos tanto en el exterior como en el interior. Concebía la decoración como un retraso cultural y como una pérdida económica y de tiempo. Por ello, proponía una arquitectura que tendiese a la sencillez.

            ¿Es necesario tomar elementos arquitectónicos de otras épocas o se puede crear un nuevo estilo arquitectónico en la actualidad? ¿En la arquitectura se debe imponer un mensaje o es mejor que cada persona la interprete ella misma?
Al realizarnos estas preguntas nos pueden surgir diversas ideas contradictorias; por un lado podemos ver adecuado tomar elementos estructurales y decorativos de otras épocas y trasladarlos a la actualidad, de esta manera, mezclándolos y dándoles un significado simbólico podemos crear arquitectura, como dice Venturi: “[…] al afirmar que la arquitectura depende, para su percepción y creación, de la experiencia pasada y de la asociación emotiva” Pero estas antiguas o clásicas ornamentaciones ¿nos cansaríamos de ellas y necesitaríamos comprar unas nuevas?, como explica Loos en su texto: “Preferimos al consumidor que tiene un mobiliario que, pasados diez años le resulte inaguantable, y que por ello se ve obligado a adquirir muebles nuevos”.

A esta idea le sigue otra que a la gente le suele preocupar y aun más dada la situación actual: el gasto económico. Teniendo en cuenta dicha situación, en la actualidad resultaría más interesante crear una arquitectura sencilla, simple y eficiente preferentemente a la decoración, ornamentación, dado que nos cansaríamos de ella deberíamos comprar un objeto o edificio nuevo e incluso la decoración resulta más costosa que la sencillez. Además, de ello Loos trata un tema interesante y es que cuestiona si verdaderamente está bien pagado el trabajo artesanal y manual que realizan al fabricar las voluptuosas formas; “el ornamento encarece, por lo general, el objeto; sin embargo, se da la paradoja de que una pieza ornamentada con igual coste material que el de un objeto liso”. Por regla general, los objetos son más caros pero en comparación con otros sueldos dicho trabajo no está del todo bien pagado.
Tratando el mismo tema de la decoración y ornamentación no me parece totalmente adecuada la posición de Loos: “Como el ornamento ya no pertenece a nuestra civilización […] no tiene relación alguna con la actual ordenación del mundo”. El ornamento forma parte de nuestra época en cuanto vemos las obras de siglos pasados donde ese decorado conformaba dicha época, además no podemos eludir nuestra historia y por tanto debemos respetarla y cuidarla.

Volviendo a la segunda cuestión que nos hacíamos, la arquitectura en sí ya tiene su propio lenguaje, muestra su estructura, su forma, su disposición no es necesario crear una cortina que lo oculte y que cree otra imagen diferente y que dicha imagen contradiga como es realmente el edificio, tal y como decía Robert Ventur: “El ornamento de la Guild House es explícito. Refuerza y contradice la forma del edificio que adorna. “Es simbólico en cierto grado […], divide el edificio en tres plantas desiguales: el basamento, planta principal y ático. Esto contradice la escala de las seis plantas reales e iguales a las que se superpone y sugieres las proporciones de un palacio del Renacimiento”. La arquitectura por el contrario debería ser inteligible por todo el mundo, debería comprenderse y de esa manera tendría ya su propio lenguaje, sin necesidad de revestirla con un “tinglado decorado”. Sino que el propio material, la disposición del espacio hablaría por sí mismo y daría libertad a la gente de imaginar y de darle su propio toque personal, y esto solo se conseguiría por medio de la sencillez, como defiende Adolf Loos en su concepto de arquitectura: “mi impulso hacia la sencillez”
Aunque desde mi punto de vista, la posición de Loos es un poco extrema, por ejemplo al afirmar: “El papúa se hace tatuajes en la piel, en el bote que emplea, en los remos, en fin en todo lo que tiene a su alcance. No es un delincuente. El hombre moderno que se tatúa es un delincuente o un desgenerado” o como por ejemplo también: “Los rezagados retrasan la evolución cultural de los pueblos y de la humanidad, ya que el ornamento no está engendrado sólo por delincuentes que comete un delito en tanto que perjudica enormemente a los hombres atentando a la salud, al patrimonio nacional y por eso a la evolución cultural.”

En definitiva, los hombres en su propia época creaban lo que para ellos era especial, bonito, adecuado. Hoy en día, deberíamos hacer lo mismo deberíamos continuar con la historia, es decir, diseñar adecuándonos a nuestra situación actual sin la necesidad de tomar directamente elementos de años posteriores, pero eso sí, sin negar total y absolutamente a nuestros antecesores ya que es de donde procedemos, a quienes les debemos lo que en el presente conocemos.












Mª Inmaculada Jiménez Roldán Grupo 11

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